QUE TIEMPOS, QUE TIEMPOS

¡Oh, amigo mío! ¡Que tiempos, que tiempos! Ojala fueras un ser vivo y pudieras ver con tus propios ojos y oír con tus propios oídos todo aquello que está pasando desde la última vez que marqué este espacio en blanco que eres. Son tiempos de tormentas, de posibles cambios y de constante movimiento. Ojala hubiera podido acudir a ti antes pero, como una polilla que es atraída por la luz, me he visto atraído por este huracán de acontecimientos y me he zambullido en el con la alegría de quien lleva años buscando, sin saber muy bien que, y por fin lo encuentra.


Perdóname, hablo y hablo sin explicarte nada, pero es tanto lo que tengo y quería, no sabes cuánto lo quería, contarte que me puede la emoción. Empezare por el principio. Todo comenzó el 15 de mayo. El germen del hastío y la disconformidad de un pueblo hacia sus gobernantes, los años de sometimiento silencioso y conformista; y el continuo vapuleo y mal trato que estas clases superiores ejercían sobre los que los sustentaban consiguieron que de una forma conjunta, sin lideres, sin banderas y sin más guía que el hartazgo; consiguieron que el pueblo de Madrid se levantara de forma unida y pacifica al grito de “No nos representan”, tomando sin resistencia ninguna la Plaza de Sol. Esta plaza, centro neurálgico de la vida urbanita y ahora símbolo para muchos de una revolución, ha sido durante un mes testigo mudo de como los ciudadanos de buena fe que allí se congregaban para luchar por lo que era suyo se organizaban sin lideres, de cómo dormían en ella a modo de protesta porque les quitaban sus casas, los que no las necesitaban, con el único objetivo de dejar clara su superioridad. “Los indignados” se llamaron a sí mismos, y con toda la razón del mundo ya que estaban, y aun están, indignados por una clase política que no les escucha ni les tiene en cuenta, y que solo les hace caso cuando les necesita para conseguir lo que ellos quieren. El sentimiento “indignado” se transmitió a través de las redes a otros puntos de España y del planeta llegando a otros que se sentían igual que ellos y les imitaron, levantándose y tomando las calles y plazas de sus respectivas ciudades en protesta contra los que mandan.
¡Oh amigo mío! Qué cosas más bellas han conseguido estos “indignados”. Nos han demostrado y nos han enseñado que no hay que callar por mucho que nos tapen la boca, que hay formas de luchar por aquello que es nuestro. Les he visto gritar en silencio, recibir golpes ante los perros de gobiernos decadentes sin mover un dedo para impedirlo y sin perder un ápice de aplomo, y en represalia tomar la Plaza de Cibeles sin miedo a recibir más palos. Y el domingo pasado, 19 de junio, como una fuerza invasora sin más armas que sus voces y sus manos alzadas, tomaron Madrid, y diferentes lugares de la geografía española, todos a una. ¡Que bello espectáculo es la lucha por la libertad! Yo he estado en todos esos momentos, los he vivido casi todos ellos, al principio de forma pasiva siendo un mero espectador y después de forma activa alzando la voz contra todo aquello que me indigna porque, y lo digo con mucho orgullo, soy un “indignado” mas.
Y en medio de estas luchas sucedió lo impensable. Oí un grito de socorro de una voz lejana en el tiempo, de un ser que ya no sabía si era recuerdo o una simple fantasía de mis tiempos de confusión y locura, de cuando era más bufón que persona. No pude resistirme compañero, acudí a su llamada por lealtad, sin creerme que todo aquello fuera verdad. Pero si lo fue. Volví a ver esos ojos que ya ni recordaba y estaban llenos de lágrimas, y fiel a mi promesa de cuidar de ella tanto como se me permitiese, la abrace, la calme y estuve con ella tanto como necesito. Aun tengo la sensación de que no fue real, de que la añoranza jugó una mala pasada en mi cabeza y me hizo alucinar. Pero también siento aun la humedad de sus lágrimas en mi camiseta, sus uñas clavándose en mi antebrazo para agarrarse y una pulsera, que llevo cada día, que compre en esa noche con ella. No sé qué pensar amigo mío. ¿Hubo un agujero temporal que me llevo al pasado y por eso sucedió?¿He acabado de volverme loco y estuve durante horas en la calle hablando solo? Quién sabe, yo no si te digo la verdad, pero tampoco me importa. Por primera vez en mucho tiempo me siento lleno de vida y con la esperanza de que todo puede mejorar.
En serio que tiempos ¡Dios mío, que tiempos!


Por el autor: ANÓNIMO 26/06/2011